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Recuerdos de Ituango Cuando yo era muy niña a principios de los años 30, me tocó cargar piedra para la construcción del templo de Santa Bárbara. En ese tiempo no había agua y los jóvenes la cargábamos de unas pilas que había en El Alto de Doña Chinca, en el parque principal o de Cuatro Esquinas.

HISTORIAS DE ITUANGO

MIS RECUERDOS DE ITUANGO


Por: Graciela Zapata de Flórez.

Cuando yo era muy niña a principios de los años 30, me tocó cargar piedra para la construcción del templo de Santa Bárbara. En ese tiempo no había agua y los jóvenes la cargábamos de unas pilas que había en El Alto de Doña Chinca, en el parque principal o de Cuatro Esquinas.

En las casas aún no existía el pilón, entonces, las mujeres pelaban el maíz con ceniza y de ahí el dicho:”Vamos a pelar el maíz”, éste lo molíamos en una piedra para poder hacer las arepas y se asaban en un recipiente en forma de ponchera hecho de barro y lata, llamado callana. En esa época no habían ollas de aluminio entonces los alimentos los cocíamos en ollas de barro, los platos y cucharas eran de palo.

Para remendar o coser la ropa, recuerdo que se cogía un puñado de algodón, que se cultivaba en tierra caliente, se hilaba. En muchas casas había telares de madera que servían para hacer las mantas, cuando se iba a torcer la hebra, ésta se ensartaba en una tusa y la eachaban a bailar para poderla torcer y comenzar a tejer.

En esa época no había bacinilla o mica, entonces se fabricaban unas de palo, llamadas beques que se les denominaba “vaso de noche” o “Panosa que quería decir pa no salir de noche”. Sólo en las casas de los más pudientes, había bacinillas lociadas.

Me tocó vivir en la vereda de Mote, ahí cerquita del Cauca, entre Los Galgos y el puente de Pescadero. En una de esas casas vivía la señora Luisa Concha y servía de posada para los arrieros que iban y venían como Rómulo Sierra, Quico Giraldo, Tulio Giraldo, Emilio Salas, Carlos Uribe, Sergio Sepúlveda, Benjamín Pemberty, Gerardo Roldán, Emilio Alzate, Isidoro Roldán, Arnulfo Granda, Manuel Giraldo y Ana María López, que arriaba una recua de mulas, su vestuario era una falda de color negro, blusa blanca, empleaba unas abarcas con látigos amarrados casi hasta la rodilla, un delantal parecido al que usan los carniceros, un sombrero de caña, una peinilla en la cintura, dos muleras, una de ellas puesta y la otra al hombro, un carriel lleno de cabuya, una navaja para herrar y amarraba la carga, así como lo hacían los hombres

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