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sábado, 31 de agosto de 2013
viernes, 30 de agosto de 2013
PASCUITA UNA REGION DE IMPORTANCIA PARA ITUANGO.
Al parecer Pascuita, es un termino indígena,
dado que antiguamente fue sede de poblados de asentamiento de aborigenas,de
cuya cultura aun existen vestigios, tumbas subterráneas y patios de indios
comenta que en cercanías al poblado, sé han hallado, en un lugar
denominado-SEPULTURA-,argollas y otros objetos.
La loma de Pascuita, sé caracteriza por tener
unos terrenos ondulados y secos que es circundada por los ríos Cauca e Ituango.Al
frente aparece el imponente cerro de
Umaga,completamente deshabitado, perteneciente a la vereda de San Luis.Al
parecer allí existe un tesoro encantado, en la parte mas alta hay una
cienega.En la década de los ochenta, hubo en el marco de la plaza principal de
Ituango,una heladería con el nombre de este cerro, dé propiedad de los hermanos
Saúl y Hernando Jaramillo Giraldo.
En Pascuita, funcionó allí una inspección
Departamental de Policía, esta fue creada por la Asamblea
Departamental,mediante ordenanza 25 de 1959 ,se recuerdan a inspectores como
Alfredo, qué fue el primero,Angel Mesa,Daniel Hernández, Juan Eudes
Adarve,Moisés Montoya Rengifo y un secretario de nombre Prospero,al que
llamaban “Paracunatana”,por cantar muy seguido un disco de baile del mismo
nombre.
Sus veredas mas importantes son:El
Ceibo,Finlandia,Tinajas,cuya principal finca, fue llamada Bruselas, por su
propietario un señor de apellido Posada,San Luis, las Aguitas,La Palizada y El
Cardal.De esta ultima vereda se tiene conocimiento que sus primeros habitantes
fueron Antonio Maria y Benedicto Oquendo,quiene s construyeron las primeras
viviendas cuyo techo era de paja de astilla y paredes de bahareque, en el
Cardal recuerdan con cariño a don Eduardo Campuzano,el cual les regalo el terreno
donde se levanta la actual escuela de la vereda, la misma que en el año de 1993
la secretaria de educación del departamento, galardonó como la mejor del
departamento, en un acto especial hicieron presencia en el lugar,el entonces
gobernador de Antioquia, Juan Gómez Martínez, la secretaria de educación,
Beatriz Restrepo Gallego y el alcalde de la época abogado Héctor Evelio Zapata
Yépez.
La región de Pascuita es netamente ganadera,
con gran cantidad de fincas, destacándose la
de los señores Pepe Campuzano y Pepe Zapata, con El cardal y Alicachin
respectivamente,Providencia de don Nelson Acevedo Cárdenas ,San Luis de Iván
Bedoya,Chontaduro que fue del señor Alfredo Betancurth,San Luis y Malpaso son
fincas cafeteras, en el año de 1983 la finca la Golondrina de Humberto Granda,
fue vendida al señor Alfredo Betancourt.
La arriería en Pascuita, también tuvo su
apogeo, se destacaban arrieros como:Samuel “el mono” Roldan,Marcos Jaramillo,
Vicente Jaramillo, Antonio Durango, Antonio Jaramillo, pero el arriero mas
famoso de Pascuita fue Alberto Gómez, más conocido como “Don Berto”,arriero
nacido en la Fondita, desde los diez años.
Los arrieros hacían el recorrido por Los
Galgos, bajaban a Cañaveral y subían a la Loma de Pascuita.
Recordamos a numerosas familias que habitaron
esta rica región de Ituango,mucho se han ido otros viven todavía allí recordemolas:Pepe Campuzano y su hijo
Eduardo;Miguel Bedoya y sus hijos entre ellos Gerardo y Manuel, Arnulfo Ortiz,
los hermanos Correa Duque y su señor padre
Aurelio Correa,Oscar Palacio,don Pepe Zapata y sus hijos, Horacio y
Mario Humberto, Alfredo Betancurth,Los hermanos Aurelio y Humberto Granda, los
Tamayo: Chucho (Gran Trovador) y sus hijos Alberto y Alvaro,los Rua,la mas
conocida y recordada Adela, los
Garcia,Posadas,Oquendos,Adarves,Quinteros,Gomez,Alvarez,Mazo,Lopera,Usugas,Osorios,Lopez,Tabordas,Durangos,Chavarrias,entre
otros.En fin Pascuita llego a ser una de las regiones mas ricas y prosperas de
Ituango,producia fríjol y maíz por cantidades, salían cada ocho días jaulas
llenas de ganado hacia Medellín, un domingo en Pascuita las cantina s estaban
llenas,las tiendas se movían, la loma de Pascuita era un hervidero de gente,
lástima que no podían faltar los heridos, los mas avezados para manejar la
peinilla eran los Álvarez.
En el aspecto educativo, existen y funcionan
varias escuelas en todas las veredas y por ellas han pasado profesores como
Beatriz Agudelo Mazo,Nelida Quintero, los hermanos Alfonso y Jorge Zapata,Omaira Oliva Tapias,Merly
Céspedes, Jesús Iván Echeverri Vega,Marco Tulio Callejas, Humberto
Ruiz,Esperanza Mesa.................
En Pascuita ,las gentes recuerda a Araminta
Escalona, una mujer nacida en San Andres Islas, pero que al casarse con
........con un Correa......................................se vino a vivir a estas
tierras,Araminta era una mujer muy rica a la que sacaban en andas con muchas
joyas de oro que adornaban su cuerpo, de ella descienden los Correa de
Pascuita.
El hecho mas sobresaliente en la región tiene
que ver con el tigre de Ituango o jaguar Americano, procedente posiblemente de
Centro-América, esté apareció en esta regio a principio de los años ochentas,el
tigre empezó a hacer daños en las fincas de la región y las gentes empezaron a
sentir miedo, se calcula que en los dos años que estuvo el tigre en la región
mato una 50 reses,6 bestias,35 armadillos, dos perros y se asegura que por los
lados de Finlandia se comió un señor de edad.
Ante esta situación las gentes de Pascuita se
propusieron cazarlo y después de muchos intentos,el primero de octubre de
1982,los hermanos Correa Duque, Luis
Bernardo y Oscar Darío (Pegote) y el señor Enrique Dávila, le dieron de baja en
la laguna la loma, cabecera de la finca Providencia, este peso 87 kilos y midió
2.48 metros de la cola a la cabeza, las gentes de Ituango pagaban por tomarse
fotos al lado del felino, inclusive para entrar a verlo en el antiguo palacio
municipal, las gentes pagaban, la cabeza fue disecada y exhibida durante varios
años en la escuela Antonio J Araque por el exdirector de la misma, José
Delaskar Morales G
El tigre de Ituango,ya es parte de la leyenda
y la historia de Ituanguina,pintores como Juan Diego Montoya, lo ha plasmado en
sus cuadros, en varios negocios y casas del pueblo existen fotos como recuerdo
de este enorme animal, que un día recorrió las tierras de Pascuita sembrando
terror y zozobra entre sus gentes.
Actualmente Pascuita esta unida a Ituango por
una carretera de 59 Kilómetros, la empresa Coonorte,esta presta el transporte
de carga y pasajeros en carros escaleras, los lunes y los viernes alas diez de
la mañana.
Toda la región esta electrificada, cuenta con
un buen acueducto, hay servicio de Teléfono prestado por Edatel,tambien hay una
capilla para los oficios religiosos los cuales son prestado por el párroco de
Santa Rita, también cuenta con un local para prestar servicios de salud, pero
no se le ha dado la suficiente importancia y el uso adecuado
El Heraldo Del Norte hace un llamado a las
gentes que tengan Fotos de Pascuita, para que nos las hagan llegar, para
incluirlas en el libro HISTORIAS DE ITUANGO,ademas si usted sabe alguna
historia o algún dato histórico, nos
gustaría que nos lo hiciera saber:heraldodelnorte@gmail.com
jueves, 29 de agosto de 2013
miércoles, 28 de agosto de 2013
MONSEÑOR MIGUEL ANGEL BUILES EL OBISPO MISIONERO
Miguel Ángel Builes Gómez (* Donmatías, Antioquia, 9 de septiembre de 1888 - † Medellín, Antioquia, 29 de septiembre de 1971), fue un eclesiástico y escritor colombiano, obispo de la Iglesia Católica Romana.1 Durante casi cuarenta y tres años gobernó la Diócesis de Santa Rosa de Osos, en los cuales fue un personaje polémico, debido a su postura acérrima frente a los gobiernos liberales del país y especialmente era intransigente a todo lo que referente al comunismo, pues los consideraba posiciones políticas e ideológicas no iban con la Doctrina de la Iglesia y con las buenas costumbres.2
Paralelamente a la polémica, Builes también se destacó por extensa obra pastoral. Fundó cuatro comunidades religiosas: Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal (1927), La Congregación de Hermanas Misioneras de Santa Teresita del Niño Jesús (1929), La Congregación de Hermanas Contemplativas del Santísimo (1939), y La Congregación de Hijas de Nuestra Señora de las Misericordias (1951); ordenó ciento sesenta y dos sacerdotes; consagró tres obispos: monseñor Francisco Gallego Pérez, monseñor Gerardo Valencia Cano y monseñor Gustavo Posada Peláez. Creó 23 parroquias, construyó los edificios de la Curia, del Seminario y la Basílica Menor de Nuestra Señora de las Misericordias y fomentó la devoción a esta advocación mariana.
Todo esto generó que fuera querido por unos, y odiado por otros. En la actualidad es Siervo de Dios.
Vida y obra[editar · editar fuente]
Nació en Donmatías el 9 de septiembre de 1888, sus padres fueron Agustín Builes y Ana María Gómez. Los estudios primarios los realizó en la escuela de su pueblo, y los estudios secundarios y de formación sacerdotal, los hizo en el Seminario Menor de San Pedro y en el Mayor de Santafé de Antioquia, respectivamente. Ordenado sacerdote por el obispo Maximiliano Crespo Rivera el 29 de noviembre de 1914 en la capilla del Seminario Santo Tomás de Aquino de Santa Fe de Antioquia.
Su primer cargo fue como coadjutor de Valdivia y realizó viajes misioneros por la sub-región antioqueña del bajo Cauca. Luego fue párroco del Tigre, Santa Isabel, Remedios, Tierradentro (Aragón), y de nuevo, en Remedios. Cuando no había cumplido aún 10 años de sacerdocio, fue preconizado Obispo de Santa Rosa por el papa Pío XI, el 27 de mayo de 1924, para suceder a monseñor Maximiliano Crespo Rivera. Recibió la consagración episcopal en la Catedral de Bogotá (primada de Colombia), junto con otros dos clérigos: monseñor Pedro María Rodríguez, y monseñor José Ignacio López, el 3 de agosto de 1924, de manos de monseñor Roberto Vicentini, Nuncio Apostólico en Colombia. Tomó posesión de la diócesis el 22 de octubre del mismo año.
Monseñor Builes fue un personaje que no estuvo ausento de polémica en Colombia, sus actitudes, para nada diplomáticas en un momento en que la Iglesia intentaba crear un ambiente de tolerancia con el partido liberal que se encontraba en el poder, hicieron de él un personaje odiado. Carecía de estrategia. Según uno de sus biógrafos, Miguel Zapata: “Builes se consideró tutor de la jerarquía eclesiástica en Colombia. Fustigaba a los demás obispos llamándolos perros adormecidos,”. Su voz era la única que sonaba para denunciar, lo que según él eran los horrores del liberalismo. “No sólo se tomó el derecho de trazar normas a la jerarquía en general, sino que delimitó las funciones de los diputados”.
Por medio de sus explosivas pastorales (cartas), Builes lanzó sus severas palabras no sólo contra la política; casi todos los aspectos de la vida colombiana fueron señalados por su inacabable crítica. Su primera reprimenda fue contra la moda femenina, pues no concebía que las mujeres utilizaran “pantalones” y que montaran a caballo como los hombres. En la pastoral de 2 de febrero de 1927 escribió:
“Mas como la moda es una dulce tirana, pero TIRANA, a última hora ha dejado de ser moda femenina en las mujeres para volverse en ellas mismas moda masculina, y han resuelto aparecer ante la faz del mundo, pásmese el cielo, vestidas de hombre y montadas a horcajadas [en los caballos] con escándalo del pueblo cristiano y complacencia del infierno [...] La naturaleza humana en su tendencia a la relajación moral, buscó maneras indecorosas de vestir, a través de los siglos; pero jamás llegó a soñar con implantar el uso del vestido del hombre para la mujer. Semejante invención estaba reservada a los tiempos modernos y a la nefanda acción de las logias [...] perdida la mujer se perdió todo”.
Luego, en la misma pastoral monseñor Builes, finalmente sentenció:
"Nos sentimos movidos a censurar y reprobar, como en efecto censuramos y reprobamos tal práctica abominable ante Dios [... ) reservándonos a Nos personalmente la absolución de este pecado contra la moral cristiana [...] sin que puedan hacerlo ni aun los venerables vicarios foráneos en ningún tiempo”.
En tal condición, monseñor Builes estableció dos nuevos pecados, exclusivos para las mujeres de su diócesis: la utilización de los pantalones y montar a caballo “a lo hombre”, con el agravante de que sólo el prelado personalmente podía absolverlas.
Monseñor Builes estableció el Seminario de Misiones de Yarumal, el 29 de junio de 1927, el cual era uno de sus más grandes sueños y se resolvió por este municipio (Yarumal) pues su clima, su localización en el norte de Antioquia, la religiosidad de sus habitantes y, tal vez también, su mayoría conservadora, le parecieron aptos. La labor misionera en ese momento se encontraba casi monopolizada por religiosos españoles y fue este el primer seminario de misiones en América. Para reconocer a los integrantes de la comunidad, Builes diseñó un crucifijo para llevar en el pecho, con las iniciales M.X.Y.: “M” de misionero, “X” de San Francisco Xavier y “Y” de Yarumal. Prácticamente sin recursos y con pocos seminaristas, comenzó labores el 3 de julio. El 25 de septiembre de 1938 fueron ordenados sacerdotes los primeros siete misioneros. En 1929, Builes estableció también la Congregación de Hermanas Misioneras de Santa Teresita del Niño Jesús.
La caída del partido conservador y los inicios del gobierno de Enrique Olaya Herrera en 1930, hicieron que Builes recomenzara la controversia que San Ezequiel Moreno3 y el general Rafael Uribe Uribe habían tenido veinte años antes. En su pastoral de pascua, del 5 de abril de 1931 escribió:
“Que el liberalismo ya no es pecado, se viene diciendo últimamente con grande insistencia; los prelados no sólo callan sino que han prohibido hablar del liberalismo [...] y que por tanto, ser liberal ya no es malo [...] Nada más erróneo, pues lo que es esencialmente malo jamás dejará de serlo, y el liberalismo es esencialmente malo”.
Igualmente, como en el tema de los pantalones femeninos, prohibió a otros clérigos que dieran la absolución al liberal, reservándose exclusivamente para sí mismo la condición de concederla. “Así se lucha cuando no hay armas para hacerlo en forma franca”; dijo años después. En 1932 circuló un rumor de un posible atentado contra su vida, lo que generó que Builes, en la fiesta de la Candelaria arremetiera contra los soviéticos, a quienes veía cercando a Santa Rosa de Osos. Como siempre, utilizó gran variedad de adjetivos para referirse al enemigo, los llamaba “los sin patria”, “el tártaro sin Dios”, “el pirata atrevido”, “el moscovita audaz”.
Alfonso López Pumarejo durante su gobierno que inició en 1934, emprendió una serie de reformas en varios aspectos del estado, recibiendo el nombre de Revolución en Marcha. En lo referentes a la enseñanza laica y obligatoria, Builes declaró: “La educación corresponde a la familia antes que al Estado, por lo cual éste no puede arrogarse el derecho a enseñar y, lo que es peor, de declarar atea la enseñanza”.
Y sobre el tema de la autonomía universitaria, la hallaba dañina y propagadora de errores. Según Builes, las normales de varones, establecidas por el Ministerio de Educación para crear docentes “modelarán las almas de los niños, según la mente y anhelos masónicos”; el Instituto Femenino “dará a la patria maestras impías [...] y un personal apto para descristianizar del todo la niñez”, y eso que el Instituto Central Femenino de Medellín se encontraba dirigido por la moderada institutora catalana Enriqueta Séculi Bastida.
Las publicaciones del Ministerio de Educación en su totalidad eran “una verdadera inundación de libros impíos, de revistas pornográficas y de cuadros murales (los de Pedro Nel Gómez) soeces, verdaderos pegotes sin jota de arte, pero con abundancia de inmundicia (que), bajan del Ministerio de Educación y se difunden con levadura ponzoñosa”. La coeducación, que en ese momento se limitaba a los jardines infantiles, “en estos climas tropicales trae consigo lo que la masonería busca: corromper la niñez y la juventud [...] los desfiles de las niñas y señoritas a medio vestir, las gimnasias desvergonzadas [...] todos los métodos corruptores que vienen utilizando con innegable éxito nuestros gobernantes masones”.
Laureano Gómez Castro fue para monseñor Builes, un personaje providencial. Lo apoyó sin ningún problema todas sus iniciativas y, cuando Gómez Castro arremetió contra Olaya, también así lo hizo el obispo; en el comienzo del gobierno de López Pumarejo, hubo una cierta tregua, y Builes se mantuvo moderado; pero una vez rotas totalmente las relaciones entre los dos políticos en 1938, el prelado no dudó en decir que:
“el partido comunista no puede menos que felicitar a los camaradas colombianos por la magnífica labor de penetración que han realizado con respecto al partido de gobierno en Colombia [...] que está para sufrir muy en breve [... ] su eliminación para dejar el paso y la silla de Bolívar a los discípulos de Lenin”.
Esta pastoral de cuaresma remata con un discurso de tipo marcial incitando a la guerra santa:
“¡Gobernantes de mi patria, abrid los ojos! [... ] ¿Cómo es que olvidáis dictar leyes que rechacen al moscovita audaz que mancha con su planta inmunda nuestro suelo? ¡soldados de mi patria! ¿Para qué recibisteis la bandera tricolor y jurasteis defenderla, si ahora la arrojáis por tierra, para que la pise el ruso infame? [...] Ya suenan los clarines que llaman al combate [...] Vuestra misión es defender la patria. ¡Atrás el extranjero! ¡Viva Colombia!”.
En dos pastorales de 1939, Builes acometió contra los carnavales, costumbre en Antioquia, que son según él “reunión de fétidos y contaminados elementos de todas partes para infectar la ciudad y dejar sus huellas inmundas en los fieles, con podredumbre moral y material”. Después condenó la soltería y, cuando arremetió contra los reinados, se mostró profético:
“Comedia bufa y carente de seriedad de la elección de reinas [...] como nuevo pábulo a las pasiones vergonzosas se han venido estableciendo [...] los llamados reinados del maíz, del café, del fríjol, del tomate, del oro y últimamente el de la sal [...] No tardarán en establecerse los reinados y las reinas del petróleo, del carbón, de la gallina, del cerdo y del buey”.
Dos meses después de la muerte del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán y del "Bogotazo", el obispo de Santa Rosa de Osos incitó a la revuelta y al aniquilamiento (tal vez no en el sentido físico, sino en el moral) de los liberales. En el transcurso de la procesión del Sagrado Corazón, demandó un juramento a los feligreses para defender a Cristo, la Iglesia Católica, la Colombia católica. Con el paso de los años, Builes se radicalizó más y la arremetió contra casi todo. Ya en la década de los cincuenta, acometió contra los paseos en los que las mujeres “van y vienen solas o acompañadas de su novios o de sus amigos, de día y de noche, por pueblos, veredas y despoblados, en andanzas peligrosas”; el cine es “la peor escuela de robos, de asesinatos y deshonestidades”; los libros y novelas son “como una inundación de fango [...] que anega las almas”; la radio propaga “conferencias disolventes e irrespetuosas”; que en las reuniones sociales y clubes “va el gran mundo a dejar la virtud en trizas”; y respecto al baile “son gravemente pecaminosos [...] entre éstos se encuentran el vals, la mazurca, el galop, la polka, el chotiz, la habanera, etc. “, y eso que prácticamente eran desconocidos en su diócesis. Builes llegó al punto de formular una “doctrina teológica respecto del baile”, en la que realizó descripciones detalladas de movimientos y roces, dedicando por aparte un capítulo al baile mambo, prohibiendo la absolución de ese pecado mortal, “horrenda corrupción”.
Builes en su pastoral del 24 de febrero de 1953, condenó a la disidencia que pudiera levantarse contra el presidente Laureano Gómez y su escogido Roberto Urdaneta Arbeláez. Esta era planeada por el liberalismo comunista y “espíritus ambiciosos e inconformes del conservatismo”, a la cual se haría frente con el corporativismo, expuesto así con los proyectos de Laureano.
El papa Pío XII honró a monseñor Builes con el título de Prelado Doméstico de Su Santidad, Asistente al Solio Pontificio y Conde Romano en 1952. Viajó varias veces a Roma, realizando las tradicionalesvisitas ad Limina. Aunque fueron las cartas pastorales (sesenta en total) las que le dieron resonancia en Colombia y también su medio favorito, como escritor dejó varias obras como Cuarenta días en el Vaupés y Testamento Espiritual, entre otras.
A la edad de 80 años, obedeciendo la voluntad del papa Pablo VI, presentó el 15 de febrero de 1967 renuncia al gobierno pastoral de la diócesis, cargo que había desempeñado por 43 años; le fue aceptada el22 de abril del mismo año, y el 8 de junio también de ese año su sucesor, monseñor Félix María Torres Parra, quien se desempeñaba desde hacía un año como Obispo Auxiliar de Cartagena, tomó posesión como obispo coadjutor y administrador apostólico, y en consideración a monseñor Builes, este conservó hasta su muerte con el título de obispo de Santa Rosas de Osos.
Trasladó entonces su residencia a Medellín, donde falleció el 29 de septiembre de 1971. El 29 de septiembre de 2001 se inició el proceso de beatificación y canonización, diligencia que marcha satisfactoriamente, en la actualidad es Siervo de Dios.
martes, 27 de agosto de 2013
lunes, 26 de agosto de 2013
HISTORIAS POR CONTAR DE PEQUE E ITUANGO
Don
Jesús Antonio Hernández o “Don Jesús David”, como comúnmente se le conoce en nuestro medio, es un prestante ciudadano que llegó hace unos 20 años, procedente del municipio de Peque, vive en una casita, ubicada a mano
derecha en la vía que sale del perímetro urbano, hacia los lados de La Hundida y Paloblanco.
Nació
en Lomitas, corregimiento de Peque,
el 19 de septiembre de 1929, un
poco incierta la fecha, pues en esa época no se presentaba la partida de
bautismo y, en general, se suponía que cuando el joven tenía
edad, el registrador lo llamaba para
cedularlo. Su padre se llamaba Pablo Emilio David, que murió en ese
municipio a la edad de 93 años. Recuerda a sus tíos, hermanos de su padre, José
y Ricardo Hernández.
Preguntado
por los aspectos que recuerda de estos
dos municipios desde su infancia y dice:
“Desde pequeño ayudaba a mi papá
a cargar mulas en
Peque para viajar a lugares como
El Seibonal, Lomitas y El Limón. Se
sacaba del campo maíz y frijol y se entraba
víveres como panela, arroz, sal, jabón y grasa. Así mismo, aprendí a trabajar la agricultura en la siembra de
maíz y frijol.
Nunca
tuvo la oportunidad de estudiar, sin embargo, aprendió un poco a leer y a
escribir, gracias a la ayuda de un señor
que hacía remedios a la gente de
nombre Pedro Antonio Moreno, cariñosamente llamado” Pedrito”.
Para
salir de Ituango con dirección a Peque,
han existido tres caminos: Uno que salía por La partida de Peque, para ir hasta Pocitos; el otro por la vereda Pená y otro más por Guacharaquero. Primero venía
mucha gente de Peque, utilizando estos caminos
a negociar, es decir, a comprar y vender animales y otros productos, a
tomar trago, a parrandear, a bailar y
hasta enamorar, por lo que la Partida de Peque, llamada así
porque la gente de esa época entraban y salían de ese municipio por
este lugar. Se cogía desde la partida a
mano derecha, pasando por una casa
grande que había a un lado de la cañada
de propiedad de una familia Vásquez y lindando con terrenos del “mono” Tobón, se llegaba al Alto de
propiedad de Don Benjamín Gutiérrez. Curiosamente, dice don Jesús, el único que actualmente
camina por allí es el señor Julio
Carvajal, pues al parecer el camino está muy cerrado y, en otrora,
era la vía obligada de entrada de los arrieros con mulas cargadas
que venían de la Vega del Inglés, Santa Ana, Pená y otros lugares que pernoctaban
en El Carmelo. Hasta antes de la construcción de la carretera, se
entraba por un camino que llegaba donde Jairo Ochoa, luego por La Montañita,
por el barrio San Vicente o por el
antiguo cuido de Don Gabriel Morales y
la escuela de niños Antonio José Araque Rodríguez.
Con
todo lo anterior, el populoso sector del El Carmelo, comenzó a tener un ambiente bullicioso, sobre todo, en las noches y una dinámica comercial, tal que funcionaron por mucho tiempo tiendas,
cantinas, como las de Arcadio Sucerquia y Gilberto Zapata, más conocido como
“La “rana”, restaurantes, y piezas para
alquilar, donde los arrieros y otras persona
pasaban la noche; existían los cuidos
del papá de Don Rubén Darío López,
que después fue de la familia Ciro
y el de Senén Agudelo. En El Filo de Guacharaquero, vivía una familia Gutiérrez, entre ellos, Don
Tulio y sus hijos que tocaban violín y tiple; la señora Josefina Sepúlveda
tenía una cantina. En Peque tocaba muy bien la lira un señor Juancho González;
en Santa Ana, el señor Ángel Mesa y
Ricardo Tuberquia en el corregimiento de Urarco, municipio de Buriticá; Luis Barbarán y Moisés Posso de Peque, ambos
fallecidos, tocaba el primero, la flauta y el segundo, interpretaba tiple guitarra y lira.
En
cuanto a la arriería, recuerda que en El Chispero, se llenaba con mulas de
carga, los días sábado, domingo y lunes,
listas para viajar a varios lugares. Allí se destacaron arrieros como Sergio Sepúlveda, “Toño” Jaramillo y Berto Gómez. En “Tres sendas”o “El Filo” o “Colegurre”, se mantenía mucha gente bebiendo trago en las cantinas, lo que generaba trifulcas
permanentes con las mujeres de la vida alegre.
Recuerdo
mucho al alcalde Darío Saldarriaga, que era muy progresista, pues fue él quien
comenzó a pavimentar las calles del área urbana
que eran empedradas; así mismo a los párrocos Luis Carlos Jaramillo Arango, Lisandro Guerra
Arango y Ernesto Gómez Echeverri.
Finalmente,
manifiesta con algo de nostalgia que era
tal la cantidad de gente que permanecía
en el centro, que cuando se requería
encontrar a alguien, había que perder mucho tiempo para mandarlo llamarlo o ir
a buscarlo. Ituango ha decaído mucho; lo único rescatable ahora es la carretera
pavimentada.
LAS ANDANZAS DE GERARDO ROJAS EN
ITUANGO.
Por:
Luis Albeiro Montoya Londoño
Gerardo
de Jesús Rojas, nació en el lugar conocido como “El Águila”, una finca perteneciente
al municipio de Peque, el 14 de abril de 193. Su madre fue Laura Rosa Rojas Palacio. Sus hermanos son:
Rafael Antonio, el mayor; Manuel, Ana, Delio de Jesús, Ramón y una gemela. No pisó las puertas de una
escuela y se casó el 20 de julio de 1958
en Santa Ana del Valle, con Julia Ester Palacio, nacida el 27 de julio
de 1939, acto oficiado por el párroco
Alberto Jaramillo Saldarriaga; unión de la cual
hay los siguientes hijos: Pedro
de Jesús, Mariela de Jesús, Ana Jacinta, Orlando, Deyanira, Noé Gonzalo,
Argelid, William de Jesús, Emilsen y
Edelmira, fallecida en Santa Ana.
En
sus primeros años de matrimonio, vivió a un lado del cementerio de Santa Ana, a
orillas del río Ituango en un pequeño
terreno de su propiedad.
Desde
los 8 años empezó a trabajar en varias
fincas de Santa Ana como las de Joaquín Gutiérrez y después de Miguel
Lopera, el Jilguero, manejando ganado que en esa época estaba adscrito al Fondo Ganadero de
Antioquia.
A su estilo y en una conversación muy amena y
entretenida, en su humilde casa del barrio La Esperanza, empieza a recordar los
primeros años de casado y entonces dice: “Algún día del año 1977, me
sentí como aburrido y pensé que ya era hora de venirme para
Ituango. Coincidió que traía para el pueblo un ganado; al llegar me encontré con Noé Hernández y entonces
éste me ofreció ir a trabajar a la finca Guadual de su propiedad en esa época para recibir la lechería y allí estuve durante 8 meses, ordeñando
unas 33 vacas.
De
allá me vine para el pueblo con toda la familia
y alquilé una casa en El Carmelo
de propiedad de una señora Ninfa, luego
estuve cerca a la capilla donde
una hija de nombre Mariela. Cuando
llegué, inmediatamente conseguí trabajo con el señor Miguel Ángel
Cardona Yepes, dueño de la finca
Cortaderal, allí estuve trabajando el
café, cargando leña y otros
trabajos durante unos 13 meses. Un
domingo cualquiera se me ocurrió
liquidar con don Miguel y no volví a trabajar allá. Ese mismo día, me puse a
jugar dominó con algunos integrantes de
la familia Arango desde por la mañana y,
a las 3 de la tarde ya me había ganado
$3.500. Al rato, pasamos al juego del dado
y cuando me fui muy borracho para
la casa como a eso de las dos de la mañana, llevaba 56 milpesos en uno de los
bolsillos de la camisa. Luego estuvo viviendo y trabajando en El Filo de la Aurora, durante unos tres meses en la finca del señor Saúl Jaramillo Giraldo.
Gerardo,
con su entereza para enfrentar las
trochas y caminos ituanguinos, se ha
especializado en arriar reses y cerdos
desde múltiples lugares y
recuerda cosas como estas: “Me ha tocado viajar a sitios muy lejanos como
El Tagual en San Jorge, trayendo cerdos con Enrique Monsalve y un señor de nombre Alfredo Mesa; de El
Retiro traje alguna vez 45 cerdos en
varias jornadas, acompañado por Marcos Agudelo y su hijo; igualmente me tocó
arriar ganado desde Guasimal, finca de Julio Ciro, desde Alicachin por los
lados de Pascuitá, fui a Riosucio por
Cañaveral, a Monos, un lugar de Peque a traer un ganado del señor Noé
Hernández y, en ese viaje un novillo
aporreó a un muchacho del lugar, que al recibir una cornada en el trasero, tuvo que ser llevado hasta Toldas
y de ahí remitido a Medellín; de
Peque salimos una vez con 105 reses para llevarlas hasta el Águila y de
éste lugar, salimos con 55 para acá para el pueblo. Una vez llegamos
aquí empotreramos en donde hoy es el coliseo, propiedad que antes era del señor
José María Betancur y la pesebrera o el cuido
de Don Senén Agudelo, que hoy ocupa Juan López con su chatarrería; en La
Francia, trayendo un ganado de Don Miguel Cardona; en San Juanillo, en un sitio que llama La
Esperanza; en El Palmar y en La Florida los lados de Santa Rita, propiedad del difunto Julio Rojas. Recuerdo que en 1981, salí de Ituango para San Juanillo a la finca del señor Carlos
Uribe, a traer dos vacas para Dairo
Arango Quintero, ya fallecido. Cuando
iba de La Granja para arriba, por el
camino que conducía a La Camelia, en la mitad de la cordillera, escuché un ruido y pensé que era alguna persona que
venía, pero alcancé a ver un
animal con figura de perro, que
saltaba de una barranca a otra y vi un pedazo de tierra que se había zafado del
camino, en una vuelta que daba para caer a una quiebrita, yo estaba en el cerro
de arriba y me subí a una barranca para divisar donde iba la carretera; cuando
ví al animal que olía unos palos y se brincó por donde yo mismo había pasado, a
lo que anduvo un poquito, identifiqué no
era un perro como yo había pensado al comienzo, sino que era realmente un
tigre. Continué por la cordillera paso largo, había un
“empalado” en el camino de unas cinco o seis cuadras de largo y yo como iba tan
rápido no me di cuenta cuando lo crucé, era que ya estaba en los potreros de La
Camelia y tenía que seguir hasta La Trampa para poder entrar a la finca de Don
Carlos. Allá les conté lo que me había
me pasado y ellos no me creyeron, lo
vinieron a saber cuando llegaron hasta la carretera que, cuando eso apenas iba
llegando al Alto del Burro y las mulas
que llevaban se les devolvieron hasta La
Camelia. Luego hicieron unos disparos en la cordillera y, al parecer, el animal
cogió para Finlandia y por los lados de Pascuitá. Después
el tigre volvió a subir y ahí fue donde persiguió a Bernabé Zapata, que
iba del Zancudito para San Juanillo y llevaba un perro, casi hasta abajo a San
Juanillo. Cuando volvió a subir a El
Zancudo, el animal mató a una novillona en la parte alta, ahí si se
convencieron que el tigre estaba en la cordillera, se volvió para Finlandia, mató
una yegua y se comió la cría que era un muletico, se regresó y en las cabeceras
de la finca de Toño Rendón, le pusieron como carnada un macho para tratar de
cogerlo, los Correa se fueron a
desayunar y cuando volvieron ya el tigre lo había matado, se pusieron a hacer el paral para a esperarlo
y fue casi a la una de la mañana, el que le alumbró con la linterna, dijo que
el solo le había disparado, pero el otro también lo hizo al mismo tiempo,
entonces, el tigre herido se vino, le dio una vuelta al palo donde ellos
estaban encaramados, del susto se le cayó la linterna a uno de ellos y así se
quedaron hasta que amaneció; cuando
bajaron al piso; encontraron los rastros de sangre, los perros ya lo habían
sentido y se marcharon para la casa.
El tigre estaba ya muerto ahí, más
abajo, entre unas hojas de pantano.
Recuerdo
muchos a los arrieros Ramón Mórales, Sergio Sepúlveda, Francisco Tamayo, Manuel
Mazo, Manuel Morales Gómez, Arturo Rodríguez, Aarón Graciano, quien salió de
Ituango con una mulada y, a la altura
del puente de Pescadero, colocó su carriel en la baranda, se tiró al río y
jamás lo encontraron; Amador Jaramillo, entre otros. Recuerdo que los
cuidos de bestia en Santa Ana, eran de propiedad de los señores, Guillermo
Gutiérrez López y Francisco Tamayo. Grandes intérpretes de instrumentos como la guitarra, el tiple,
el violín y la lira tuvo la oportunidad
de conocer, entre ellos, los hermanos Horacio
y Arnulfo Montoya Atehortúa; el
primero con el tiple y el segundo con la
lira; Ángel Mesa de Santa Ana, que tocaba muy bien la lira; Quico Rojas que
interpretaba el tiple, Israel Rojas y su hijo Oscar, que tocaban guitarra, Don
César Giraldo, tocaba guitarra y
tiple, amenizando además las
misas dominicales; Miguel y Joaquín
Sierra que tocaban el violín, Gildardo Jaramillo y su acompañante Emilio
Mora, interpretaban la guitarra y el
violín respectivamente, evocando la música
de Julio César Villafuerte y Lucho Bowen, Roberto Barrientos, Eugenio
Jaramillo, “Cochise” , un señor Mario García
de Santa Rita y Luis Osorno de
Portachuelo.
Llegó
un tiempo en que dejé de trabajar y me
dediqué a cortar sogas para vender; al
principio me regalaban el cuero, sobre
todo, cuando vivía en Santa Ana, ya aquí en el pueblo me lo empezaron a cobrar a $ 4.000 mil y hoy vale $45.000, además realizo
contraticos para desmalezar potreros, llevar cerdos y reses de un lugar a otro.
Con
toda mi experiencia de largas
jornadas de recorridos por los caminos
de Ituango, conocí y aprendí el nombre de muchas fincas como El Jilguero, Santa Ana, La Redonda, La
Armenia, El Oso de Don José Mesa; Yarumalito de Don Héctor Correa, El Río de
propiedad de los hermanos Germán y Javier Duque Pérez, Guadual de Moisés Gómez
“El Turco”, La Bramadora de Miguel Ángel
Cardona Yepes, Los Olivares del papá de
Alfredo Mesa, Botero, que fuera de Don
Miguel Ángel Cardona Yepes y hoy de Fabio Mazo Ruiz, Los Galgos, perteneciente
a la familia Cárdenas, San Juan Rodas,
de propiedad de unos Calle, Alicachin de propiedad de Don Pepe Zapata,
La Palizada, Manzares, de propiedad de Arcadio Londoño Velásquez, La Guamera de
un señor Campuzano, Tesorito, de piedad
de Don Pacho Calle, La Floresta,
Guaimaral de los Correa, Providencia de Don Aurelio Correa, Las Brisas de Noé
Hernández, San Juanillo de Martín Berrío, La Colonia de Ricardo Machado, La
Selva que tenía lechería de Eladio Úsuga, Canoas de Miguel Ángel Cardona, el viejo; Cortaderal
de Miguel Ángel Cardona Yepes, El Alto de Julio Ciro y Gustavo Londoño Jaramillo. De todas estas fincas recuerdo los nombres de caballos, yeguas y machos como la mula “sombra” de Don Antonio
Villegas; el macho “abejorro” de José Mesa; la yegua “ la bruja” de Luis Antonio Londoño Restrepo; un caballo muy bueno que
tenia Don Reinaldo Jaramillo, el caballo “ recuerdo”, de Luis Rafael Londoño Jaramillo, la yegua “La guagua” de Germán Londoño Jaramillo; en El Jilguero
estaban el macho “Moro”, la mula
“vieja”, la mula “pava”, el caballo “califa”, la yegua “ alazana”, el
caballo “palomo”, la mula “platina” de Oscar Correa de Santa Ana, el caballo
“negro” también llamado el “abejorro” así como la mula corralera “La sombra” de Lico Arango, y el caballo
“carechucha”de Pacho Zapata y la yegua
“colorada” de César Cardona. Finalmente, se le ilumina el rostro y dice:
“Hay muchas historias por contar, a pesar que ya a uno le va fallando la
memoria por el pasar de los años”.
HISTORIAS POR CONTAR DE PEQUE E ITUANGO
Don
Jesús Antonio Hernández o “Don Jesús David”, como comúnmente se le conoce en nuestro medio, es un prestante ciudadano que llegó hace unos 20 años, procedente del municipio de Peque, vive en una casita, ubicada a mano
derecha en la vía que sale del perímetro urbano, hacia los lados de La Hundida y Paloblanco.
Nació
en Lomitas, corregimiento de Peque,
el 19 de septiembre de 1929, un
poco incierta la fecha, pues en esa época no se presentaba la partida de
bautismo y, en general, se suponía que cuando el joven tenía
edad, el registrador lo llamaba para
cedularlo. Su padre se llamaba Pablo Emilio David, que murió en ese
municipio a la edad de 93 años. Recuerda a sus tíos, hermanos de su padre, José
y Ricardo Hernández.
Preguntado
por los aspectos que recuerda de estos
dos municipios desde su infancia y dice:
“Desde pequeño ayudaba a mi papá
a cargar mulas en
Peque para viajar a lugares como
El Seibonal, Lomitas y El Limón. Se
sacaba del campo maíz y frijol y se entraba
víveres como panela, arroz, sal, jabón y grasa. Así mismo, aprendí a trabajar la agricultura en la siembra de
maíz y frijol.
Nunca
tuvo la oportunidad de estudiar, sin embargo, aprendió un poco a leer y a
escribir, gracias a la ayuda de un señor
que hacía remedios a la gente de
nombre Pedro Antonio Moreno, cariñosamente llamado” Pedrito”.
Para
salir de Ituango con dirección a Peque,
han existido tres caminos: Uno que salía por La partida de Peque, para ir hasta Pocitos; el otro por la vereda Pená y otro más por Guacharaquero. Primero venía
mucha gente de Peque, utilizando estos caminos
a negociar, es decir, a comprar y vender animales y otros productos, a
tomar trago, a parrandear, a bailar y
hasta enamorar, por lo que la Partida de Peque, llamada así
porque la gente de esa época entraban y salían de ese municipio por
este lugar. Se cogía desde la partida a
mano derecha, pasando por una casa
grande que había a un lado de la cañada
de propiedad de una familia Vásquez y lindando con terrenos del “mono” Tobón, se llegaba al Alto de
propiedad de Don Benjamín Gutiérrez. Curiosamente, dice don Jesús, el único que actualmente
camina por allí es el señor Julio
Carvajal, pues al parecer el camino está muy cerrado y, en otrora,
era la vía obligada de entrada de los arrieros con mulas cargadas
que venían de la Vega del Inglés, Santa Ana, Pená y otros lugares que pernoctaban
en El Carmelo. Hasta antes de la construcción de la carretera, se
entraba por un camino que llegaba donde Jairo Ochoa, luego por La Montañita,
por el barrio San Vicente o por el
antiguo cuido de Don Gabriel Morales y
la escuela de niños Antonio José Araque Rodríguez.
Con
todo lo anterior, el populoso sector del El Carmelo, comenzó a tener un ambiente bullicioso, sobre todo, en las noches y una dinámica comercial, tal que funcionaron por mucho tiempo tiendas,
cantinas, como las de Arcadio Sucerquia y Gilberto Zapata, más conocido como
“La “rana”, restaurantes, y piezas para
alquilar, donde los arrieros y otras persona
pasaban la noche; existían los cuidos
del papá de Don Rubén Darío López,
que después fue de la familia Ciro
y el de Senén Agudelo. En El Filo de Guacharaquero, vivía una familia Gutiérrez, entre ellos, Don
Tulio y sus hijos que tocaban violín y tiple; la señora Josefina Sepúlveda
tenía una cantina. En Peque tocaba muy bien la lira un señor Juancho González;
en Santa Ana, el señor Ángel Mesa y
Ricardo Tuberquia en el corregimiento de Urarco, municipio de Buriticá; Luis Barbarán y Moisés Posso de Peque, ambos
fallecidos, tocaba el primero, la flauta y el segundo, interpretaba tiple guitarra y lira.
En
cuanto a la arriería, recuerda que en El Chispero, se llenaba con mulas de
carga, los días sábado, domingo y lunes,
listas para viajar a varios lugares. Allí se destacaron arrieros como Sergio Sepúlveda, “Toño” Jaramillo y Berto Gómez. En “Tres sendas”o “El Filo” o “Colegurre”, se mantenía mucha gente bebiendo trago en las cantinas, lo que generaba trifulcas
permanentes con las mujeres de la vida alegre.
Recuerdo
mucho al alcalde Darío Saldarriaga, que era muy progresista, pues fue él quien
comenzó a pavimentar las calles del área urbana
que eran empedradas; así mismo a los párrocos Luis Carlos Jaramillo Arango, Lisandro Guerra
Arango y Ernesto Gómez Echeverri.
Finalmente,
manifiesta con algo de nostalgia que era
tal la cantidad de gente que permanecía
en el centro, que cuando se requería
encontrar a alguien, había que perder mucho tiempo para mandarlo llamarlo o ir
a buscarlo. Ituango ha decaído mucho; lo único rescatable ahora es la carretera
pavimentada.
LAS ANDANZAS DE GERARDO ROJAS EN
ITUANGO.
Por:
Luis Albeiro Montoya Londoño
Gerardo
de Jesús Rojas, nació en el lugar conocido como “El Águila”, una finca perteneciente
al municipio de Peque, el 14 de abril de 193. Su madre fue Laura Rosa Rojas Palacio. Sus hermanos son:
Rafael Antonio, el mayor; Manuel, Ana, Delio de Jesús, Ramón y una gemela. No pisó las puertas de una
escuela y se casó el 20 de julio de 1958
en Santa Ana del Valle, con Julia Ester Palacio, nacida el 27 de julio
de 1939, acto oficiado por el párroco
Alberto Jaramillo Saldarriaga; unión de la cual
hay los siguientes hijos: Pedro
de Jesús, Mariela de Jesús, Ana Jacinta, Orlando, Deyanira, Noé Gonzalo,
Argelid, William de Jesús, Emilsen y
Edelmira, fallecida en Santa Ana.
En
sus primeros años de matrimonio, vivió a un lado del cementerio de Santa Ana, a
orillas del río Ituango en un pequeño
terreno de su propiedad.
Desde
los 8 años empezó a trabajar en varias
fincas de Santa Ana como las de Joaquín Gutiérrez y después de Miguel
Lopera, el Jilguero, manejando ganado que en esa época estaba adscrito al Fondo Ganadero de
Antioquia.
A su estilo y en una conversación muy amena y
entretenida, en su humilde casa del barrio La Esperanza, empieza a recordar los
primeros años de casado y entonces dice: “Algún día del año 1977, me
sentí como aburrido y pensé que ya era hora de venirme para
Ituango. Coincidió que traía para el pueblo un ganado; al llegar me encontré con Noé Hernández y entonces
éste me ofreció ir a trabajar a la finca Guadual de su propiedad en esa época para recibir la lechería y allí estuve durante 8 meses, ordeñando
unas 33 vacas.
De
allá me vine para el pueblo con toda la familia
y alquilé una casa en El Carmelo
de propiedad de una señora Ninfa, luego
estuve cerca a la capilla donde
una hija de nombre Mariela. Cuando
llegué, inmediatamente conseguí trabajo con el señor Miguel Ángel
Cardona Yepes, dueño de la finca
Cortaderal, allí estuve trabajando el
café, cargando leña y otros
trabajos durante unos 13 meses. Un
domingo cualquiera se me ocurrió
liquidar con don Miguel y no volví a trabajar allá. Ese mismo día, me puse a
jugar dominó con algunos integrantes de
la familia Arango desde por la mañana y,
a las 3 de la tarde ya me había ganado
$3.500. Al rato, pasamos al juego del dado
y cuando me fui muy borracho para
la casa como a eso de las dos de la mañana, llevaba 56 milpesos en uno de los
bolsillos de la camisa. Luego estuvo viviendo y trabajando en El Filo de la Aurora, durante unos tres meses en la finca del señor Saúl Jaramillo Giraldo.
Gerardo,
con su entereza para enfrentar las
trochas y caminos ituanguinos, se ha
especializado en arriar reses y cerdos
desde múltiples lugares y
recuerda cosas como estas: “Me ha tocado viajar a sitios muy lejanos como
El Tagual en San Jorge, trayendo cerdos con Enrique Monsalve y un señor de nombre Alfredo Mesa; de El
Retiro traje alguna vez 45 cerdos en
varias jornadas, acompañado por Marcos Agudelo y su hijo; igualmente me tocó
arriar ganado desde Guasimal, finca de Julio Ciro, desde Alicachin por los
lados de Pascuitá, fui a Riosucio por
Cañaveral, a Monos, un lugar de Peque a traer un ganado del señor Noé
Hernández y, en ese viaje un novillo
aporreó a un muchacho del lugar, que al recibir una cornada en el trasero, tuvo que ser llevado hasta Toldas
y de ahí remitido a Medellín; de
Peque salimos una vez con 105 reses para llevarlas hasta el Águila y de
éste lugar, salimos con 55 para acá para el pueblo. Una vez llegamos
aquí empotreramos en donde hoy es el coliseo, propiedad que antes era del señor
José María Betancur y la pesebrera o el cuido
de Don Senén Agudelo, que hoy ocupa Juan López con su chatarrería; en La
Francia, trayendo un ganado de Don Miguel Cardona; en San Juanillo, en un sitio que llama La
Esperanza; en El Palmar y en La Florida los lados de Santa Rita, propiedad del difunto Julio Rojas. Recuerdo que en 1981, salí de Ituango para San Juanillo a la finca del señor Carlos
Uribe, a traer dos vacas para Dairo
Arango Quintero, ya fallecido. Cuando
iba de La Granja para arriba, por el
camino que conducía a La Camelia, en la mitad de la cordillera, escuché un ruido y pensé que era alguna persona que
venía, pero alcancé a ver un
animal con figura de perro, que
saltaba de una barranca a otra y vi un pedazo de tierra que se había zafado del
camino, en una vuelta que daba para caer a una quiebrita, yo estaba en el cerro
de arriba y me subí a una barranca para divisar donde iba la carretera; cuando
ví al animal que olía unos palos y se brincó por donde yo mismo había pasado, a
lo que anduvo un poquito, identifiqué no
era un perro como yo había pensado al comienzo, sino que era realmente un
tigre. Continué por la cordillera paso largo, había un
“empalado” en el camino de unas cinco o seis cuadras de largo y yo como iba tan
rápido no me di cuenta cuando lo crucé, era que ya estaba en los potreros de La
Camelia y tenía que seguir hasta La Trampa para poder entrar a la finca de Don
Carlos. Allá les conté lo que me había
me pasado y ellos no me creyeron, lo
vinieron a saber cuando llegaron hasta la carretera que, cuando eso apenas iba
llegando al Alto del Burro y las mulas
que llevaban se les devolvieron hasta La
Camelia. Luego hicieron unos disparos en la cordillera y, al parecer, el animal
cogió para Finlandia y por los lados de Pascuitá. Después
el tigre volvió a subir y ahí fue donde persiguió a Bernabé Zapata, que
iba del Zancudito para San Juanillo y llevaba un perro, casi hasta abajo a San
Juanillo. Cuando volvió a subir a El
Zancudo, el animal mató a una novillona en la parte alta, ahí si se
convencieron que el tigre estaba en la cordillera, se volvió para Finlandia, mató
una yegua y se comió la cría que era un muletico, se regresó y en las cabeceras
de la finca de Toño Rendón, le pusieron como carnada un macho para tratar de
cogerlo, los Correa se fueron a
desayunar y cuando volvieron ya el tigre lo había matado, se pusieron a hacer el paral para a esperarlo
y fue casi a la una de la mañana, el que le alumbró con la linterna, dijo que
el solo le había disparado, pero el otro también lo hizo al mismo tiempo,
entonces, el tigre herido se vino, le dio una vuelta al palo donde ellos
estaban encaramados, del susto se le cayó la linterna a uno de ellos y así se
quedaron hasta que amaneció; cuando
bajaron al piso; encontraron los rastros de sangre, los perros ya lo habían
sentido y se marcharon para la casa.
El tigre estaba ya muerto ahí, más
abajo, entre unas hojas de pantano.
Recuerdo
muchos a los arrieros Ramón Mórales, Sergio Sepúlveda, Francisco Tamayo, Manuel
Mazo, Manuel Morales Gómez, Arturo Rodríguez, Aarón Graciano, quien salió de
Ituango con una mulada y, a la altura
del puente de Pescadero, colocó su carriel en la baranda, se tiró al río y
jamás lo encontraron; Amador Jaramillo, entre otros. Recuerdo que los
cuidos de bestia en Santa Ana, eran de propiedad de los señores, Guillermo
Gutiérrez López y Francisco Tamayo. Grandes intérpretes de instrumentos como la guitarra, el tiple,
el violín y la lira tuvo la oportunidad
de conocer, entre ellos, los hermanos Horacio
y Arnulfo Montoya Atehortúa; el
primero con el tiple y el segundo con la
lira; Ángel Mesa de Santa Ana, que tocaba muy bien la lira; Quico Rojas que
interpretaba el tiple, Israel Rojas y su hijo Oscar, que tocaban guitarra, Don
César Giraldo, tocaba guitarra y
tiple, amenizando además las
misas dominicales; Miguel y Joaquín
Sierra que tocaban el violín, Gildardo Jaramillo y su acompañante Emilio
Mora, interpretaban la guitarra y el
violín respectivamente, evocando la música
de Julio César Villafuerte y Lucho Bowen, Roberto Barrientos, Eugenio
Jaramillo, “Cochise” , un señor Mario García
de Santa Rita y Luis Osorno de
Portachuelo.
Llegó
un tiempo en que dejé de trabajar y me
dediqué a cortar sogas para vender; al
principio me regalaban el cuero, sobre
todo, cuando vivía en Santa Ana, ya aquí en el pueblo me lo empezaron a cobrar a $ 4.000 mil y hoy vale $45.000, además realizo
contraticos para desmalezar potreros, llevar cerdos y reses de un lugar a otro.
Con
toda mi experiencia de largas
jornadas de recorridos por los caminos
de Ituango, conocí y aprendí el nombre de muchas fincas como El Jilguero, Santa Ana, La Redonda, La
Armenia, El Oso de Don José Mesa; Yarumalito de Don Héctor Correa, El Río de
propiedad de los hermanos Germán y Javier Duque Pérez, Guadual de Moisés Gómez
“El Turco”, La Bramadora de Miguel Ángel
Cardona Yepes, Los Olivares del papá de
Alfredo Mesa, Botero, que fuera de Don
Miguel Ángel Cardona Yepes y hoy de Fabio Mazo Ruiz, Los Galgos, perteneciente
a la familia Cárdenas, San Juan Rodas,
de propiedad de unos Calle, Alicachin de propiedad de Don Pepe Zapata,
La Palizada, Manzares, de propiedad de Arcadio Londoño Velásquez, La Guamera de
un señor Campuzano, Tesorito, de piedad
de Don Pacho Calle, La Floresta,
Guaimaral de los Correa, Providencia de Don Aurelio Correa, Las Brisas de Noé
Hernández, San Juanillo de Martín Berrío, La Colonia de Ricardo Machado, La
Selva que tenía lechería de Eladio Úsuga, Canoas de Miguel Ángel Cardona, el viejo; Cortaderal
de Miguel Ángel Cardona Yepes, El Alto de Julio Ciro y Gustavo Londoño Jaramillo. De todas estas fincas recuerdo los nombres de caballos, yeguas y machos como la mula “sombra” de Don Antonio
Villegas; el macho “abejorro” de José Mesa; la yegua “ la bruja” de Luis Antonio Londoño Restrepo; un caballo muy bueno que
tenia Don Reinaldo Jaramillo, el caballo “ recuerdo”, de Luis Rafael Londoño Jaramillo, la yegua “La guagua” de Germán Londoño Jaramillo; en El Jilguero
estaban el macho “Moro”, la mula
“vieja”, la mula “pava”, el caballo “califa”, la yegua “ alazana”, el
caballo “palomo”, la mula “platina” de Oscar Correa de Santa Ana, el caballo
“negro” también llamado el “abejorro” así como la mula corralera “La sombra” de Lico Arango, y el caballo
“carechucha”de Pacho Zapata y la yegua
“colorada” de César Cardona. Finalmente, se le ilumina el rostro y dice:
“Hay muchas historias por contar, a pesar que ya a uno le va fallando la
memoria por el pasar de los años”.
domingo, 25 de agosto de 2013
LA MULADE LOS DIENTES DE ORO UNA HISTORIA DE NUESTROS PUEBLOS
¡valiente mula tan chicanera! Así le decían
las otras bestias al verla en las ferias de los pueblos.Pero si la mula era
chicanera, su patrón y dueño demostraba
lo contrario:desaliñado,huraño,,mal trajeado,y por debajo del arriero promedio
en su pro capacidad y altanería de guapo caminero.Juan Esteban Puerta se
llamaba este hombre, hecho a pulso trabajador honrado y habiendo sido un peón
disciplinado en su juventud, con agallas de hombre trabajador y ladino se puso
a conseguir plata.
Comenzó su carrera de arriero con una o dos
mulas fiadas,a transportar mercancías desde su pueblo hasta Medellín.Otras
veces se trasladaba a la feria semanal de la Bella Villa a mirarle la dentadura
a caballos y mulares que por su vista pasaban.En aquellos años las
instalaciones de la feria de ganados quedaban en Otrabanda,esos predios
aledaños al rió Medellín al lado de la calle Colombia y donde hoy están grandes
almacenes mayoristas de telas,los callejones y corrales de pisos empedrados se
llenaban de ganado que alimentaban los trenes del ferrocarril de Antioquia, esa
maquina regional que abrió la trocha para que los paisas no se quedaran
encerrados entre estas montañas semiesteriles.Con un poncho raido y unas
alpargatas descosidas, Juan Esteban Puerta se arrimo a uno de los propietarios
de un lote bien tenido de mulas y muletos y le dijo “oiga paisano ¿ cuánto
valen sus animales?”.Sorprendido por la apariencia del comprador, la
incredulidad le hizo gárgaras en sus adentros ¿con que iba a comprarle su lote
este andrajoso parroquiano?, “mucha plata “,contesto entre dientes y se puso a
conversar con su vecino “¿ y cuanto es para usted mucha plata?” le replico Juan
Esteban Puerta. “Pues digamos que como 800 pesos oro mi don”.De un carriel
esmirrado por el sudor y el tiempo, con
la lengüeta deshilachada y una piel por la que habían rodado desde hace tiempo
guarapo,lluvias,pantano,migas de arepa, gotas de aguardiente y lagrimas de
perro querendon.Juan esteban Puerta saco un fajo de billetes amarrados con una
pita y contó los ochocientos pesos oro.Un poco turulato y bastante
silencioso,el vendedor recibió la plata, la contó y la examino con mucho
cuidado y concluyo “hay tiene sus bestias don Esteban y que le sirvan mucho pa
su negocio”
Dos meses después don Esteban Puerta se fue a
la feria de un pueblo y mientras ruñia un pande queso frío con café con leche
(perico),se quejaba de no encontrar una mula fina para su uso personal.Luego en
la plaza principal, debajo de un algarrobo, cuándo se le escondía el sol,la vio
pasar muy aperada, haciendo sonar las herraduras nuevas por los empedrados de
la población.Sin dudarlo busco al jinete,le hablo claro y de contado compro la
princesa y se la llevo para su finca.
Le tomo tanto cariño que decidió ponerle forro
de oro a los dientes para que no se le gastaran comiendo.Envio un telegrama a
Bello, para que un tío le contratara un tegua de dentistería, dé los que allí
abundan, fuera hasta su tierra y tomara la impresión dental de la Princesa, en
oro de 24 quilates reforzado,la vanidosa mula mostraba,jeta adentro, una mina.
Un día le preguntaron a Juan Esteban que
cuanto le había costado esa mula que tanto quería “un castellano” respondio.El
ultimo chicharrón de oro que aun guardaba de su tiempo de minero le había
servido para comprarla.
Pero con los años la mula perdió repique y
talante, sé hizo vieja junto al dueño y un día murió mientras estaba en el
potrero.
Juan esteban la enterró en un hueco de cemento
cubierto con una loza que sello con hierro y soldadura, puso el nombre encima y
dejo pasar unos años.Después hizo abrir la fosa y él mismo le quito la
dentadura de oro.Entonces le dijo a su mujer, con cierta sorna: “fíjate mija
que mula tan noble, hasta muerta me da utilidades.Cuando la compre me costo un
castellano y ahora sus dientes de oro pesan siete castellanos”
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